Barcelona es un polo de atracción turística por su arquitectura y sus monumentos. Pero Barcelona también es su gente, con sus diversiones y sus miserias. Gente que se divertía en el Paral.lel y que transgredía las buenas costumbres en el Barrio Chino. Barcelona tiene una historia en rojo y negro. Descúbrela con unas cuantas pinceladas en este artículo.
Barcelona es una ciudad viva con historias truculentas que han llenado páginas de sucesos y han servido de inspiración a muchos autores de novela negra. Como todas las ciudades portuarias, hubo una Barcelona negra con asesinos en serie y crímenes resueltos. O no tan resueltos.
También hubo una Barcelona roja, localizada en el Barrio Chino –lo que ahora se conoce como El Raval- y el Paralelo. Una Barcelona canalla que fue refugio de intelectuales y artistas, de marineros de la sexta flota y de burgueses, buscando el anonimato en la estrechez y sordidez de sus calles.
Son mundos que han ido desapareciendo con el boom turístico post-olímpico, aunque algunos locales emblemáticos siguen en pie de guerra para poder recordar cómo se transgredían las leyes de la decencia y el decoro en la España de postguerra.
La Barcelona negra, un escenario de novela
El Barrio Chino de Vázquez Montalbán
Pepe Carvalho, el detective desencantado del Partido Comunista y agente de la CIA, es el personaje que puso a Barcelona al nivel de Los Ángeles de las novelas de Raymond Chandler o de San Francisco en El halcón maltés de Dashiell Hammet.
Vázquez Montalbán escogió el Raval como escenario de las aventuras de Carvalho. La Plaça de Catalunya, las Ramblas, la Fuente de Canaletes, el Mercado de la Boquería con el mítico Bar Pinocho o la Plaza Real con el Bar Glaciar. Un gran amante de la gastronomía como Vázquez Montalbán no podía dejar de incluir en sus novelas el restaurante Casa Leopoldo, uno de los grandes escenarios de la vida del detective y también del autor.
Si eres fan de la serie de Pepe Carvalho, no dudes en visitar el Barrio de la Ribera, donde recordarás muchas de sus historias en sus callejuelas y plazas. La Ribera fue el centro económico de la Barcelona de los siglos XIII al XV y concentra lugares de interés como la Basílica de Santa Maria del Mar, el Museo Picasso, el Born o el Parc de la Ciutadella.
Otros autores enamorados de la Barcelona antigua
Muchos autores de novela negra han escogido el Raval y la Ribera como escenario de sus novelas, además de Vázquez Montalbán: Cristina Fallarás (No acaba la noche, 2006) sitúa su triple asesinato en un after en el Parc de la Ciutadella.
También Max Riera, el detective hippy de Xavier Moret (Qui paga mana, 1997), se mueve por la Plaça Reial, frecuentando el bar Glaciar, el Hostal Kabul, la Paloma y el bar London.
La Barcelona roja y la Barcelona canalla
La Barcelona canalla se concentró hasta hace poco tiempo en el Barrio chino y el Paral.lel, donde cualquiera podía disfrutar del anonimato y eludir las redadas de la policía.
Muchos locales han desaparecido y solo viven en el recuerdo de los barceloneses de más edad, como el cabaret Barcelona de noche, en la calle de les Tàpies, o los tablaos flamencos, bares, pensiones, meublés y tiendas de “gomas y lavajes” que sucumbieron a la reforma del Raval con motivo de los Juegos Olímpicos de 1992.
A pesar de todo, todavía persisten algunos locales centenarios que nos recuerdan cómo fue aquella Barcelona canalla del siglo XX.
Bares y salas de fiestas centenarios
El Paral.lel fue conocido como el Montmartre barcelonés, por la gran cantidad de teatros de variedades, cafés-concierto y music-halls. En la actualidad se podría comparar con el West End londinense o el Broadway de Nueva York, aunque a diferencia de estos, el Paral.lel fue un espacio de recreo para las clases populares.
Algunos teatros todavía se mantienen desde aquellos tiempos, aunque, eso sí, totalmente remodelados y modernizados: el Teatro Apolo, el Condal y el Victoria.
La Sala de Fiestas La Paloma
La Paloma ha sido una de las salas de fiestas más emblemáticas de Barcelona y la más antigua de Europa. Situada en la calle del Tigre 27, una travesía de la Ronda de San Antonio en el distrito del Raval, fue inaugurada en 1903. Su decoración un tanto barroca al gusto de la época fue obra de Ramón Mestres y las pinturas corrieron a cargo de los pintores del Gran Teatro del Liceo, Salvador Alarma y Miguel Moragas.
Por La Paloma pasaron personajes ilustres y bohemios como Salvador Dalí, que realizaba bosquejos de la gente de la sala desde un palco, o Pablo Picasso.
El Molino
El Molino se ha considerado como uno de los espacios más transgresores de Barcelona. Abrió sus puertas en 1898 como un pequeño espacio para espectáculos con el nombre de “Pajarera Catalana”. El nombre se cambió en 1910 por “Petit Moulin Rouge” hasta la llegada de la dictadura franquista, que obligó quitar lo de rojo y poner el nombre el castellano, quedando El Molino hasta la actualidad.
El Molino fue famoso por saltarse la censura ofreciendo una lección de libertad, orgullo de barrio y erotismo sano. Por su escenario han pasado nombres destacados como la Bella Dorita, Yvette René, sobrina nieta de Maurice Chevalier, Mary Mistral, Amparo Moreno, Lita Claver o recientemente, la portuguesa Misia.
El antiguo teatro de varietés ha sido escenario también de numerosas películas como El último cuplé, protagonizada por Sara Montiel, Las alegres chicas del Molino de José Antonio de la Loma o El extranger-oh! De la calle de la Cruz del Sur, de Jorge Grau.
El Bar Marsella, el bar de la absenta
Si pudiéramos entrar en una máquina del tiempo y programar el año 1820 entraríamos directos al Bar Marsella para tomar la bebida maldita, la absenta. Escritores y artistas como Victor Hugo, Jack London, Edgar Allan Poe, Picasso, Degas o Vicent Van Gogh contribuyeron a popularizar este licor, conocido como la musa verde.
El local se mantiene intacto desde entonces, incluso el polvo no se ha quitado jamás. ¿Qué tiene de especial un local medio ruinoso donde solo se limpia lo estrictamente necesario? ¿Qué lo hace visita obligada para cualquier visitante de Barcelona? Su historia. Por el Marsella pasaron Pablo Picasso, Salvador Dalí o Ernest Hemingway para beber absenta a la manera tradicional, quemando el azucarillo en un tenedor y mojándolo con agua para deshacerlo.
Si visitas el Marsella no te sorprendan los carteles de Prohibido cantar y Prohibido estacionarse en las mesas. Son recuerdos del franquismo para evitar las reuniones clandestinas de intelectuales y artistas en contra del régimen. Lo encontrarás en pleno Raval, en la calle Sant Pau, 65.